
Catequesis Misionera
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Una espiritualidad misionera
La propuesta de pasar de una pastoral de conservación a una pastoral misionera y de la misión ad gentes a la misión en la cultura actual está destinada a todos los agentes de pastoral, entre ellos, también a los catequistas…Es una propuesta y una exigencia global para la cual se requiere una comunidad misionera y un proyecto orgánico de pastoral misionera.
En una cultura caracterizada por una profunda crisis antropológica no es fácil comprender qué pasos hay que dar para una propuesta de calidad de vida y en particular, para los cristianos, en vista a un encuentro con Jesús, autor de la vida. Se necesita una actitud de humilde búsqueda, sabiendo, que la limitación humana puede condicionar y al mismo tiempo estimular cada proyecto existencial hacia el logro de la felicidad. Anunciar al Señor Jesús no es obra de especialistas, sino de toda la comunidad.
La vida cristiana tiene, en efecto, una raíz profundamente comunitaria y la espiritualidad de comunión, que Juan Pablo II puso en el centro de atención de toda la Iglesia, no hace más que volver a esta raíz que tiene su fundamento en Dios, el cual se revela con amor en la historia humana: Padre, Hijo y Espíritu. La espiritualidad misionera, es antes que nada, una espiritualidad de comunión. “La comunión es misionera y la misión es para la comunión”.[1]
El amor a una Iglesia sin fronteras es otro rasgo de la espiritualidad misionera. Se trata de hablar allí donde no se es comprendido ni se es reconocido o, incluso, allí donde se nos rechaza. Y no hablamos acá de espacios físicos, sino de ideas, convicciones, creencias… El amor a una Iglesia sin fronteras es, tal vez, una de las expresiones más bellas de la virtud de la caridad. Tiene un poco de aquello del “perdónalos, Padre porque no saben lo que hacen…".[2]
Otro rasgo de esta espiritualidad es la disponibilidad del agente de pastoral para dejarse renovar. Últimamente y, sobre todo, a partir de Aparecida[3] se ha hablado y se sigue hablando de la conversión pastoral, que implica una conversión personal y una conversión comunitaria. Sin embargo, ya mucho antes de la Vª Conferencia del Episcopado Latinoamericano, precisamente, durante la III ª Conferencia, se hablaba de “comunión y participación”. Pues bien, no pueden darse estos principios en una planificación o en la implementación de un proceso pastoral, si sus agentes no están dispuestos a una sincera conversión de corazón.
La conversión pastoral es un proceso pascual, pleno de gracia, de fe, de esperanza y de caridad. Allí donde hay conversión, Dios está presente. Su Espíritu anima el camino de la comunidad que, con valentía, se hace capaz de torcer su rumbo para ir asumiendo las opciones que la acercan a la utopía... Como todo don de Dios, la conversión implica también una tarea del hombre y esa tarea no puede improvisarse. Se la planifica y se la realiza caminando hacia la utopía de un proyecto que, poco a poco, se va haciendo más posible. Una lectura evangélica de la planificación pastoral profundiza el llamado a la conversión en estos tres sentidos:
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“Asumiendo el conflicto latente en la realidad. Sin evasiones, ni disculpas, ni dilaciones, fieles al seguimiento de Jesús, quien al llegar a su situación límite, la enfrentó hasta la entrega.
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Definiendo nuestras opciones de vida en función de un proyecto auténticamente liberador, para responder con fidelidad creadora. Se trata de colocar toda la vida en función de la tarea transformadora, con la clara conciencia de la responsabilidad histórica que tenemos frente a la realidad.
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Transformando nuestra acción catequístico - pastoral, encontrando las respuestas que encarnen hoy el proyecto liberador de Jesús." [5]
Por eso, creemos que la comunión y la participación comprometidamente asumidas, contribuyen a una verdadera conversión pastoral, ayudan a gestar y a consolidar auténticas comunidades cristianas y verdaderos procesos misioneros. En la radicalidad de estas opciones queda comprometida toda nuestra vida y la vida de los hombres y las mujeres con quienes compartimos la historia. Camino de liberación y de conversión que nos acerca a la utopía de una vida más humana y más cristiana que se hace plena en el servicio al Reino.
[1] ChL 32
[2] Cfr. Lc 23, 34
[3] Cfr. Capítulo 7, subtítulo 7. 2. “Conversión pastoral y renovación misionera de las comunidades”
[4] Cfr. Rodríguez Mancini, Santiago y otros. "Instrumentos para una planificación pastoral: preguntas de acceso, antología para una reflexión, planeación pastoral". Ed. Stella. Buenos Aires. 2000. Pág. 19
[5] Cfr. Vela, Jesús Andrés. S.J. "Planificación pastoral: fundamentación teórica y proceso de la planificación participativa". Ediciones PlanPasar. Buenos Aires. 2004. Pág. 9
DE UNA PASTORAL DE CONSERVACIÓN A UNA PASTORAL MISIONERA
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Antes que nada, una clarificación…
El diagnóstico no es nuevo, pero la situación, sin embargo, se acentúa a lo largo y ancho de América Latina:
Se trata de una pastoral que, en más de una oportunidad, se centra en las formas externas y no está atenta a la construcción de sentido religioso como el que se da fuera de las estructuras tradicionales como la parroquia o el colegio católico. Emilio Alberich se ha referido largamente a ella, llamándola “pastoral eclesiocéntrica o centrípeta”, puesto que pone el acento en el servicio de la Iglesia a ella misma, sin tener en cuenta que la Iglesia es signo, germen e instrumento del Reino y que, por lo tanto, está llamada a servir al Reino de Jesús, a través de una “pastoral reinocéntrica”.[2]
Si bien no es tarea sencilla distinguir los rasgos de una pastoral misionera, Emilio Alberich nos propone los siguientes:
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En el mundo, para el mundo, al servicio del Reino (superación del eclesiocentrismo)
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Restauración del proceso evangelizador (superación de la concentración intraeclesial)
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Reequilibrio de los signos evangelizadores (superación de la polarización sacramental y devocional)
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La diaconía como signo privilegiado.
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Hacia una Iglesia comunión en una comunión de Iglesias.
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Diálogo cultural en el anuncio y en la celebración
[1] Entrevista realizada al sacerdote Salvador Valadez Fuentes, ex Rector del Instituto Teológico para América Latina (ITEPAL) y Vicario Episcopal de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, Méjico. Fuente: www.gillher.wordpress.com
[2] Para profundizar y ampliar este tema, se puede leer del P. Emilio Alberich “La catequesis en la Iglesia”, Ed. CCS, Madrid, 1991, pág. 29 y ss. El autor propfundiza esta opción en “Catequesis evangelizadora. Manual de catequética fundamental”, Ed. Aya – Yala, Quito, 2003, pág. 35 y ss. Emilio Alberich se refiere a un proyecto de pastoral evangelizadora en contraposición con la pastoral de conservación.
[3] Cfr. Alberich, Emilio, “La catequesis en la Iglesia”, Ed. CCS, Madrid, 1991, pág. 32.
“un grupo muy reducido de la vida parroquial (el 5 o 10%) demanda el cien por ciento del tiempo y los esfuerzos de los recursos humanos y materiales que hay en las parroquias. Esta es la queja de muchos obispos en nuestro Continente…El estilo de pastoral que se sigue practicando en la Iglesia es mayoritariamente de mera conservación, muy demandante y exigente en cuanto a servicios de culto.”[1]
““La nueva situación socio – cultural moderna, caracterizada por el pluralismo ideológico y cultural y por la ruptura del régimen de cristiandad, hace que entre en crisis la preponderancia del momento litúrgico – sacramental y de la religiosidad devocional tal como se configuraba en la praxis pastoral tradicional…”[3]
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En la búsqueda de la Verdad
Ante una multiplicidad de opciones que, a veces, no se llegan a conocer del todo, el hombre y la mujer de hoy se encuentran en una cierta situación de precariedad, como impedidos de llegar a la profundidad de las ideas y creencias, reducidos a una superficialidad donde todo se confunde y , a veces, donde todo vale. De la precariedad se deriva la exigencia, sobre todo por parte de las jóvenes generaciones, de poner su esperanza en una realidad más estable y significativa. Hay una búsqueda religiosa que no se mantiene escondida como hace un tiempo sino que se admite y se socializa en los grupos. No es todavía una pregunta de fe, sino apertura al deseo de Dios, que a veces se identifica con la belleza, la felicidad, el amor, la solidaridad.
Esa búsqueda, altamente positiva en sí misma, puede sin embargo entrañar el riesgo de poner todas las propuestas en el mismo plano. De ello se deriva aquel nomadismo espiritual que acepta indistintamente formas radicales e integristas de religiosidad, la new age y el cristianismo, el Islam y el budismo, el esoterismo y las sectas. Están surgiendo nuevas formas de entender a Dios muy lejos de la visión revelada por Jesús. La imagen de Dios que se está afirmando es, a veces panteísta.
Estas formas diversas de visión y de búsqueda de lo sagrado interpelan a la comunidad cristiana a realizar un anuncio comprensible, en sintonía con las expectativas del hombre y de la mujer de hoy, procurando intuir sus lenguajes y sus símbolos, que pueden expresar lo sagrado y en particular el anuncio evangélico.
“La experiencia de conversión es el centro de la vida cristiana y de la teología como saber y como práctica pastoral. Es una experiencia teórica (intelectual), relacional (afectiva), práctica (moral) y espiritual (religiosa). Sólo así podrá producirse una transformación de la acción pastoral y una consecuente acción pastoral transformadora: cuando haya sido mediada por la transformación interior de los miembros de la comunidad que llevan adelante dicha acción”. [4]