
Catequesis Misionera
Mucho se ha dicho acerca de ella a lo largo de la historia de la Iglesia... La catequesis ha tratado de responder a los reclamos y condicionamientos de los distintos momentos históricos y culturales. Por eso, se la ha concebido consecutivamente como...
-
La instrucción fundamental que se daba a los candidatos al Bautismo. ( En el siglo II)
-
La predicación dirigida a los catecúmenos. ( En el inicio de catecumenado, a fines del siglo II y comienzos del siglo III)
-
El catecismo, refiriéndose este concepto no al libro con el cual se instruía, sino a la institución catequizadora. (En la época medieval, siglos VI al XV)
-
La enseñanza de la doctrina cristiana, con una visión eminentemente intelectualista. ( En la época moderna, siglos XVI al XVIII, en los que proliferaron los catecismos)
-
Una enseñanza subordinada a la teología, en el marco de la tensión entre el racionalismo y la neo – escolástica que caracterizaron el ambiente intelectual del siglo XIX.
-
Una enseñanza esencialmente preocupada por el aspecto metodológico y fuertemente influenciada por los avances científicos producidos en el seno de la psicología y de la pedagogía ( primera mitad del siglo XX)
-
La catequesis de la renovación, esencialmente bíblica y litúrgica e impulsada por los nuevos aires del Concilio Vaticano II (segunda mitad del siglo XX)[1]
En expresiones más recientes, en la reflexión catequética actual y en el magisterio eclesial, la catequesis ha sido definida con acentuaciones diversas, destacándose en todas ellas, como nota específica, “la educación en la fe como el elemento que le confiere su identidad, su peculiaridad y su originalidad entre los otros ministerios pastorales”[2]
-
Una acción eclesial al servicio de la iniciación cristiana.
-
Una función o forma del ministerio de la Palabra.
-
La iluminación e interpretación de la experiencia humana.
-
Una etapa del proceso de Evangelización.
Todas estas concepciones se complementan, se enriquecen mutuamente y piden ser profundizadas, ampliadas y penetradas no sólo por la razón, sino por una contundente y vital actitud de fe.
La catequesis peregrina, junto con el hombre, a lo largo de la historia. Con él trata de discernir el misterio y se pregunta una y otra vez ¿qué quiere Dios de ella en este particular momento cultural y eclesial? A la catequesis le toca, en este tiempo, volver a anunciar la Revelación; volver a comunicar lo que Dios ya ha comunicado y, para ello, no puede valerse de palabras frías y muertas. No le alcanza una doctrina repetida, ni unas fórmulas vacías, ni un deber ser impuesto desde afuera...
La catequesis se encuentra hoy, como siempre, frente al desafío del misterio. También la teología, en su función especulativa, dialoga con el misterio... Lo contempla, lo escruta, y contribuye a la profundización del dato revelado. La catequesis, en cambio, está doblemente ligada al misterio:
-
por un lado, lo comunica, haciéndolo comprensible y significativo a los hombres de cada tiempo y de cada cultura,
-
por otro lado, ella misma se reconoce misterio, a imagen y semejanza del misterio de la Encarnación.
La Palabra de Dios se hizo carne y vino a vivir entre nosotros. Dios pronunció su Palabra definitiva y plena asumiendo la naturaleza humana. Así nos habló con palabras y gestos de hombre, se dio a conocer y se reveló a sí mismo con una Palabra que hoy permanece viva a través de la catequesis.
El misterio se hizo Palabra comprensible y significativa. No una doctrina repetida, ni una fórmula vacía, ni un deber ser impuesto desde afuera... No una palabra muerta, enmohecida en una caja de madera o de cartón; sino una Palabra siempre viva, caldeada, transportada e interpretada a todos los hombres de todos los tiempos y de todas las culturas.
“La catequesis transmite los hechos y palabras de la Revelación: debe proclamarlos y narrarlos y, al mismo tiempo, esclarecer los profundos misterios que contienen. Aún más, por ser la revelación fuente de luz para la persona humana, la catequesis no sólo recuerda las maravillas de Dios hechas en el pasado sino que, a la luz de la misma revelación, interpreta los signos de los tiempos y la vida de los hombres y mujeres, ya que en ellos se realiza el designio de Dios para la salvación del mundo.”[3]
La catequesis, siempre ligada al misterio, puede hoy, una vez más, hacer la opción de ser ella misma o caer en las opciones equivocadas que la llevarían a modelos capaces de distorsionar su verdadera naturaleza y finalidad.
Ser ella misma es, justamente, ser acción eclesial y vital que guarda y transporta hacia el corazón de cada hombre la Palabra siempre viva, la misma que pronunció Dios a través de la encarnación de su Hijo. Pero, para que esta Palabra fuera asumida y comprendida en plenitud, Dios la dijo a modo humano utilizando para ello el método de una presencia [4].
[1] En esta breve secuenciación histórica de las concepciones de Catequesis se han seguido los aportes de “Testigos y servidores de la Palabra. Manual de formación catequética.”. CELAM. 2003. pág. 136 – 137.
[2] Cfr. CELAM 2003. Obra citada. Pág. 142.
[3] DGC N° 39
[4] Don Luigi Giussani, en el Congreso Internacional que la Congregación para la Doctrina de la Fe y la Congregación del Clero, 2002.
LA CATEQUESIS
entre el desafío del misterio
y la opción de ser ella misma...
“Las palabras vivas no se pueden conservar sino vivas,
alimentadas y vivas...
Alimentadas, llevadas, caldeadas
y calientes en un corazón vivo.
Imposible conservarlas enmohecidas
en pequeñas cajas de madera o de cartón...
Así como Jesús se ha encarnado
para pronunciar palabras carnales,
para hacerlas entender y para poderlas pronunciar...,
así nosotros, podemos aprovechar, a imitación de Jesús,
el hecho de que somos carne
para conservarlas, para calentarlas,
para alimentarlas en nosotros vivas y carnales.”
¿LA CATEQUESIS ES UN MISTERIO?
El genio poético de Péguy puede ayudarnos a dejarnos penetrar por cierta disponibilidad y cierta apertura frente al misterio de la catequesis...Aunque la analogía nos sorprenda y nos exponga a la tentación de algún rigorismo teológico, atrevámonos hoy a considerar la catequesis como misterio.
En un cierto sentido ella es, efectivamente, un misterio. Una realidad humano – divina estudiada por la catequética y por otras disciplinas que vienen en su auxilio, pero que en su esencia más íntima conserva, al igual que el misterio, ciertas cuestiones difíciles de penetrar, ciertas preguntas, zonas y aspectos acerca de los cuales el catequeta, como hombre de fe, y no sólo como científico, discierne sin haber aún hallado respuestas.
Disponernos frente a la catequesis, como misterio, no niega el estudio metódico y pluridisciplinar de la catequesis como proceso y como acto, pero supone sobre todo una actitud de humildad, de apertura y de silencio. Supone situarse con los pies descalzos frente al misterio de Cristo, del hombre y de la Iglesia, con la certeza de que todo misterio más que tinieblas es superabundancia de luz.
LA CATEQUESIS QUIERE SER ELLA MISMA... ¿NOSOTROS LA DEJAMOS?
Desde el día de la encarnación de Jesús de Nazaret, la metodología religiosa se ha invertido totalmente: si antes era una búsqueda confiada a la genialidad y a la iniciativa del hombre, ahora es ante todo una cuestión de obediencia a un hecho históricamente perceptible.
Por lo cual, en la inevitable búsqueda humana del sentido exhaustivo de todo, el encuentro con Cristo no puede verse reducido al resultado de un estudio o de nuestra interpretación, sino que se presenta como evidencia de nuestra experiencia; el encuentro no es una construcción intelectual, no es una teoría, sino que es un hecho ineludible.[5]
En esta misma dinámica de la encarnación, ser ella misma le supone a la catequesis adecuarse a los fundamentos y criterios de la adaptación y de la inculturación. Mientras el primer concepto se refiere a los destinatarios de la acción catequística, o a los interlocutores como prefiere denominarlos la catequética latinoamericana, el segundo concepto se refiere a los diferentes contextos culturales en los cuales dicha acción se desarrolla. La catequesis es ella misma, por lo tanto, cuando recrea la pedagogía de la revelación que culmina y se hace plena en la Encarnación.
Reconocemos en el proceso de inculturación un dinamismo por el cual el evangelio realiza su entrada fecunda y liberadora en el alma cultural de los pueblos y las culturas penetran en la vida de la Iglesia, lográndose así una fecundación recíproca. “En toda catequesis inculturada se encuentran dos originalidades: la del hombre que forja la cultura con su espíritu creador y la de Dios que ofrece gratuitamente a la cultura su proyecto salvador, revelado en Jesús y proclamado por la Iglesia.”[6]
En este tiempo histórico signado por una crisis que, según los expertos, tiene múltiples manifestaciones, una de las cuales es la crisis de identidad, la Catequesis está tal vez, como nunca, desafiada en la búsqueda de su verdadera identidad. Entre el desafío del misterio y la opción de ser ella misma, repitiendo una y otra vez la presencia siempre nueva de la Palabra encarnada, que se traduce en una pedagogía original que ilumina, asume e interpreta todas las experiencias humanas.
Pedagogía original de la fe que es encuentro, presencia, cercanía y diálogo en el que la Palabra que Dios dice es pronunciada, una y otra vez, al modo humano para que los hombres la reciban, la caldeen en el calor de sus corazones y la encarnen en sus vidas, dejándose transformar por ella.
[5] Don Luigi Giussani durante la exposición antes citada.
[6] Cfr. Merlos Arroyo, Francisco “Hablar de Dios con palabras humanas. Comunicación, lenguaje e inculturación de la catequesis” en “Encrucijadas de la catequesis”. SCALA. Brasil. 1998. Pág. 34 - 45.
LA ENCARNACIÓN, CLAVE PARA LA TRANSMISIÓN DEL MENSAJE DE JESÚS