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Había una vez en una casita de este barrio una familia muy feliz. La mamá y el papá se querían mucho y, aunque a veces discutían, sabían pedirse perdón mutuamente y reconciliarse. Los chicos hacían travesuras, como todos los chicos, pero eran buenos hijos y buenos hermanos, aunque a veces se peleaban. Cuando la mamá escuchaba que esto estaba pasando, se acercaba y les decía que hicieran como ella y el papá, que se perdonaran. También les decía que hablando siempre se solucionan los problemas.

 

En la casa también vivía la abuela, que era una experta en contar cuentos. Después de cenar, se sentaba en su sillón y los nietos llevaban unos almohadones que ponían cerquita de la abuela y pasaban mucho tiempo escuchando cuentos de superhéroes, de castillos encantados, de países lejanos y desconocidos, de viajes a la luna, de monstruos gigantescos. La abuela tenía un repertorio que no se acababa nunca. Jamás repetía un cuento, a menos que los chicos se lo pidieron. Había algunos que, al final, tenían una enseñanza y esos eran los que más le gustaban a la abuela. Cuando los contaba, sus ojos brillaban con un brillo especial y, mientras lo hacía, iba acariciando una a una la cabecita de sus nietos. A veces, hasta los padres se acercaban, después de levantar la mesa y de lavar los platos, y entonces se armaba una rueda de cuentos que duraba hasta la hora de ir a dormir.

 

Un día el papá y la mamá volvieron muy tristes del trabajo. Los dos trabajaban en la misma fábrica. Se habían conocido ahí, cuando eran más jóvenes. En voz muy baja le contaron a la abuela que habían echado a varios empleados de la fábrica y que ellos dos se habían quedado sin trabajo. El dueño les había ofrecido ir a trabajar a Córdoba donde tenía otra fábrica, pero a esta altura del año, ¿cómo iban a hacer con el colegio de los chicos? Además tenían que conseguir una casa para vivir, eran una familia grande, ¿y si se iban todos y después las cosas no iban bien?

A la abuela se le escaparon unas lágrimas de los ojos… Los chicos estaban haciendo la tarea y no prestaron mucha atención a lo que estaba pasando en la cocina. Finalmente dijo:_ Hijos, vayan a Córdoba, busquen la casa, vean cómo les va en el nuevo trabajo, busquen un colegio para el año que viene para sus hijos. Yo, mientras tanto, me voy a hacer cargo de ellos. Apenas terminen las clases, nos vamos todos para allá. La Navidad nos va a encontrar todos juntos otra vez.

 

Así se hizo. Con mucho dolor por la separación, pero con mucha esperanza por el reencuentro. La abuela parecía rejuvenecida. Ahora tenía muchas responsabilidades. Llevaba los chicos al colegio, hablaba con las maestras, firmaba los boletines, iba al supermercado y hacía muchas cosas más y, aunque a la hora de los cuentos, se la veía cansada, seguía contando los cuentos que a sus nietos tanto les gustaban.

 

Una mañana pasó algo muy raro. Cuando era la hora de levantarse para ir al colegio, la abuela no pasó por los cuartos diciendo como siempre:_¡Arriba, angelitos dormilones! Es hora de ir al colegio… Sebastián, que siempre se despertaba solo fue al cuarto de la abuela y vio que no dormía. La llamó:_ Abu…, pero ella no podía responder. Algo raro pasaba con la abuela. Llamó a sus hermanos y la abuela no respondía, aunque los miraba con una cara muy triste y unas lágrimas rodaban por sus mejillas.

 

Entonces, Marina, la única nena de la familia, dijo:_ Vamos a llamar al Dr. Crespi. Era el médico del barrio y vivía al lado de la casa de los chicos. Cuando el doctor llegó dijo que había que internar a la abuela, pidió el número de teléfono de los papás y él mismo se ocupó de llamarlos a Córdoba.

 

Mientras llegaba la ambulancia, los cuatro nietos no se separaron de la abuela y ella, que no podía hablar, sin voz les dijo muchas cosas. Les tomó las manos, se las apretó todas juntas y les dijo que tenían que estar siempre unidos, puso la cabecita de cada uno en su corazón para expresarles cuánto los amaba, les secaba las lagrimitas de los ojos para decirles que todo iba a estar bien.  Pidió un libro de cuentos con un gesto que hizo con las manos y, cuando llegó la ambulancia los encontró a todos reunidos. Esta vez eran los nietos los que le leían cuentos a la abuela.

 

Gracias a Dios, los padres llegaron a las pocas horas en un viaje en avión desde Córdoba. El dueño de la fábrica, ante este hecho decidió que siguieran trabajando cerca de su casa y la abuela, después de unos meses de tratamiento, pudo volver a hablar.

(Se invitará a los padres a sentarse en un gran círculo. Las catequistas también integrarán ese círculo. Los chicos se sentarán al lado de cada papá o mamá. Es importante que los chicos no estén por un lado formando grupitos aparte. Si algún chiquito vino solo, se le propone a alguna mamá o papá que acompañe, durante el taller, a ese compañero de su hijo.

 

También es importante recibir a todos en un clima de alegría, con las sillas ya ordenadas y, si es posible, con música suave y alegre a la vez. Cuando todos están ubicados, se hace, si es necesario, alguna técnica sencilla de iniciación al silencio: por ejemplo, escuchar todos los ruidos que vienen del jardín y de la calle, contar comenzando en voz alta e ir bajando la voz lentamente hasta llegar al 0, etc. Una vez logrado el silencio se inicia el encuentro/taller)

 

Experiencia significativa: (Las catequistas relatan este cuento de modo expresivo. Esto es muy importante porque hay que captar la atención y la sensibilidad de adultos y chicos. El tono de voz, mirar a los ojos, los silencios, todo este tipo de recursos son muy adecuados)

TALLER DE LA PALABRA

PARA LAS FAMILIAS DE PRIMER AÑO DE LA CATEQUESIS FAMILIAR

 

(Para realizar la semana anterior a la celebración de la entrega de la Palabra)

Reconstrucción del cuento: Se forman grupos con padres y chicos que no tengan más de cinco o seis integrantes y se les entregan carteles con estas preguntas a cada grupo:

 

  • ¿Cuál era la mayor virtud que tenía la abuela?

  • ¿Cómo era la familia del cuento?

  • ¿Por qué tuvieron que viajar los padres?

  • ¿Cómo resolvieron la situación del viaje?

  • ¿Cómo hablaba la abuela cuando ya no podía hablar con palabras?

  • ¿Qué hicieron los nietos ante la imposibilidad de la abuela para hablar?

 

Proclamación: Una de las catequistas proclama la Palabra de Dios. Es importante que lo haga con mucha solemnidad y muy expresivamente. Sería ideal que el libro de la Palabra esté en un lugar privilegiado del salón, sobre un mantel blanco, con cirios encendidos.

 

“Después de haber hablado antiguamente a nuestros padres por medio de los Profetas, en muchas ocasiones y de diversas maneras,  ahora, en este tiempo final, Dios nos habló por medio de su Hijo, a quien constituyó heredero de todas las cosas y por quien hizo el mundo.” (Heb. 1, 1 – 2)

 

Contexto doctrinal: ¿Quién nos habló siempre a nosotros, a nuestros padres, a los padres de nuestros padres y a todos los hombres, mujeres y chicos del mundo según lo que dice la Palabra de Dios?

 

Nos habló de muchas maneras: con todo lo que Él creó, con la belleza de un paisaje, con la perfección de la naturaleza, con las posibilidades que tenemos las personas de pensar y decidir. Nos habló a través de los profetas, que eran hombres que anunciaban la llegada de Jesús y, al mismo tiempo denunciaban la injusticia y el mal de esa época.

 

Pero la manera más perfecta de hablarnos que tuvo Dios Padre, ¿cuál fue? Su Hijo Jesús… Porque Él vino y habló como nosotros, con palabras como las que usamos nosotros. Por ejemplo, contaba cuentos como la abuela del cuento que contaba recién. ¿Saben cómo se llamaban los cuentos que contaba Jesús? Parábolas. Y las parábolas dejaban una enseñanza, como los cuentos que más le gustaba contar a la abuela.

 

Jesús nació y vivió como todos los hombres de su tiempo y de su país. Hablaba con gestos y con palabras… La gente se reunía y Él les enseñaba cuando les hablaba. Les expresaba su amor, los curaba, les prometía el cielo, les decía que conociéndolo a él conocían al Padre. Ahora que Jesús volvió al lado de su Padre Dios, dejó un libro muy importante: el libro de la Palabra de Dios. Allí, quedó escrito todo lo que Jesús hizo y dijo cuando vino a vivir entre los hombres y mujeres de su época hace mucho tiempo.

 

Contexto actual y aplicación a la vida: A veces nosotros hablamos poco con las personas que queremos. Nos olvidamos de decirles que las queremos, de decirles gracias, de pedirles permiso… Dios nos regaló la palabra y además, como Él se comunicó de muchas maneras, a notros también nos dio la posibilidad de comunicarnos con una mirada, con una caricia, con un gesto… A veces Dios nos habla con acontecimientos importantes de nuestra vida: en el nacimiento de un hijo, cuando un hijo se bautiza, cuando toma la comunión… Son momentos especiales en los que Dios pasa más cerca que nunca por nuestra vida y nos habla…

 

Cuando recibamos el libro de la Palabra de Dios vamos a poder escuchar lo que nos dice Jesús y, si queremos también vamos a poder responderle. Cuanto más leemos la Palabra de Dios, más conocemos a Jesús, más amigos nos vamos haciendo de Él y con los amigos hablamos. La forma de hablar con Dios es rezar. Él nos habla de muchas maneras y, sobre todo en el Libro de la Palabra, nosotros lo leemos y le contestamos rezando y haciendo lo que Él nos enseña.

 

Actividad: Hoy vamos a hacer un “ensayo”. Vamos a hablar con Jesús. Pero lo vamos a hacer por grupos. (Se entrega a cada grupo una tela blanca o un papelógrafo.) En esta gran tela, juntos los padres y los chicos vamos a escribirle a Jesús algo que le queremos decir. (Si es posible usar marcador indeleble)

 

Celebración: Con mucha alegría vamos a llevar al altar todo esto que hoy les dijimos al Padre Dios y a su Hijo Jesús. (En la presentación de dones, antes del pan y del vino presentan los mensajes que escribieron en los grupos.)

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